Selección de prosa de
Jorge Braña
  

Copyright - Jorge Braña


Adiós Amor

(El Momento de la Muerte recayó en ella, porque él no fue capaz)

 

“El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre.  Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir”.  

Julio Cortázar  
Continuidad de los Parques  

 

¡No puedo, no puedo!, gritó ella desesperada.

¡Sí, mátalo, mátalo! gritó él.

 La mujer sostenía nerviosamente el arma en la mano, tiritando, viendo la punta del caño subir y bajar, sin saber qué hacer, si disparar haciendo justicia a lo planeado, largarse a correr, sentarse a llorar, o abrazar a su víctima, a su amor, al que tanto hubiese querido hacía veinte años, quien le diera sentido a la palabra “pasión”, el que llenara sus años mozos de alegría, ahora tirado en el suelo, mirándola extrañado, adivinando el metal caliente que saldría de esa punta redonda que subía y bajaba a un metro de su cabeza, el dolor agudo, intenso, terriblemente pasajero, la visión nublada, el vacío eterno, “¡no, no!”, gritaban sus ojos, mas su boca callaba.

¿En qué momento empezaron a desviarse, como un río que se quiebra en dos mucho antes de llegar al mar?  ¿Cuándo se convirtieron sus caricias en tormento?  ¿De qué forma la magia de sentirse a su lado se convirtió en prisión?  Era difícil precisarlo.  Veinte años era mucho tiempo.  Desde esa noche en la fiesta, sentados sobre el sofá del rincón, mirando a los amigos bailar bajo el ritmo atronador de rock and roll de la banda “The Guess Who” (She’s come undone...), cuando él tímidamente le puso un brazo sobre sus hombros, y ella por fin sintió el esperado cosquilleo de mariposas en el vientre.  

--- Nota al pié ---

No podía ser, ella lo hacía llegar a su fin, ella que tantas veces lo sintiera arder en sus brazos, con quien soñara una vida de quimera, por quien hubiese desafiado al mundo.  Mario y su mirada aterrada, Joaquín detrás gritando algo que ya ni se escucha, seguramente que lo acabe, cuando debió acabarlo él, no era así el plan, Joaquín cobarde a ti te tocaba, adorablemente cobarde Joaquín, por qué yo, si él nunca me maltrató, cómo llegué a odiarlo, si ni siquiera se defiende, sólo me mira asustado, asombrado, él que aún me quiere y yo que le atormento sus últimos instantes con el caño que sube y baja y el dedo que presiona y mi mirada de odio que no sé de dónde viene y la voz de mi amado que me grita que lo mate de una vez y yo a punto de hacerle caso a Joaquín porque a él ya no le hice y se ha dado cuenta, que me perdió, que atravesé el límite de lo recuperable, que no debió haber seguido buscándome, que su amor me asfixió, me enredó, me quitó toda la libertad, me encapsuló, pobre ya te vas, te vas de mi vida y del mundo, esa lágrima que está a punto, tus ojos del terror al desengaño, a la desilusión, al fracaso, al amor no, no Mario no sigas queriéndome porque yo te estoy matando y no te puedo dejar llorar de amor, eso sí que no, querido, por favor llévatelo contigo hasta el fin, a la eternidad tibia como la lágrima que ya no cae porque debo secar con el impacto caliente.  

¡Adiós amor!

 

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Nota: En este punto el mini-cuento se desarrolla en cuento: "Paulatinamente habían ido forjando su rutina de a dos..."
Pero este se compartirá en otra ocasión.